jueves, 22 de octubre de 2015

Los estándares avisan de que de cada 25 personas que ingresan en un hospital una morirá.

El Dr. Roger Stedman, un intensivista, ahora director médico en un hospital universitario inglés, en su blog ha tipificado tres tipos de muertes diferentes en los hospitales:

Las muertes inevitables y esperadas

Por tanto, si tuviéramos este indicador (que no lo tenemos), una tasa baja se podría relacionar con un buen nivel de calidad organizativa entre los servicios comunitarios, los de atención primaria, los sociosanitarios y el hospital, y si la tasa fuera elevada la interpretación debería ser a la inversa.
¿se habría podido evitar que esa persona muriera en el hospital? 
¿ha tenido una muerte digna? 
¿hay protocolos de actuación sobre cómo atender los procesos de final de vida fuera de las unidades de paliativos?

Las muertes inevitables pero no esperadas

Por ejemplo, las normas dicen que de cada 100 personas con infarto de miocardio que ingresan morirán 7, de ictus lo harán 14, y de fémur 5. 
¿hemos hecho lo que hemos podido?  
¿tenemos los protocolos de RCP (reanimación cardiopulmonar) a punto?, ¿los transfers internos son cualitativos?, 
¿los servicios de críticos han funcionado de manera apropiada?,

Las muertes evitables e inesperadas

Este es el terreno propio de los programas de seguridad clínica y de análisis de errores, más que de los indicadores, y la única pregunta que nos deberíamos hacer ante cada caso debería ser: ¿se habría podido evitar? 
Cada fallo debe ser un aprendizaje para evitar que los errores se instauren como una forma de ser de la institución. "Errar es humano", dice el lema, pero hay hospitales con menos errores que otros, y esto es debido a un trabajo interno basado en una actitud de mejora continua. 
Un consejo muy oportuno de Stedman es que, debido a que el 70% de las muertes de este apartado finalmente son por sepsis, es muy efectivo que los hospitales tengan un protocolo eficaz para actuar de la manera más preventiva que sea posible frente a los primeros signos de septicemia.

martes, 20 de octubre de 2015

El Síndrome de Déficit de Testosterona (SDT) no es una patología 


  • El SDT es un claro ejemplo de cómo se intenta medicalizar un proceso fisiológico sin ningún beneficio para las personas.
  • El SDT comprende signos y síntomas que se solapan con los producidos por otros problemas de salud o bien son fisiológicos.
  • La terapia con testosterona no ha demostrado ningún beneficio clínicamente significativo en estos pacientes. 
  • Los suplementos de testosterona se han asociado a importantes eventos adversos.
  • Se desconoce la seguridad a largo plazo del tratamiento del SDT.
  • La propaganda del SDT en nuestro país se ha centrado en su supuesta (y falsa) acción favorable sobre los problemas cardiovasculares.
  • La dura experiencia de los daños ocasionados por la terapia hormonal substitutiva en las mujeres debería alertarnos sobre el error de transformar un cambio hormonal en una enfermedad.